INFANCIA
Esa casa ya no existe, solo en el pensamiento,
no existe el ciprés, el pozo con agua,
la hamaca en que tú mecías a la «guagua»
ni el poco de arroz por todo alimento.
No hay flores, no hay vida, se volvió cemento,
qué lejanos tiempos de un olor a enagua,
qué rápido la vida surcó en la piragua
de lo que llaman «progreso» en todo momento.
La lluvia que cae es lluvia, pero no es igual,
no deja el olor de la tierra mojada
ni oxida la reja de hispana arrogancia.
No está el farol, no hay un solo animal,
y el viento no airea la planta sembrada
cuando compartimos nuestra humilde infancia.
© 2000 Luis Bárcena Giménez
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